Por: Martín Beitia

En mi estreno en el blog de Celera voy a hablar sobre un tema que considero importante y al que creo no estamos dedicando la atención que requiere: el envejecimiento de la población y los retos que plantea con relación a la gestión del conocimiento en las organizaciones.

El envejecimiento progresivo de la población es un hecho constatado a nivel global; el crecimiento de la esperanza de vida y la reducción de la natalidad hacen que haya por primera vez en la historia más personas mayores que niños. Esta realidad, que tiene efectos en todos los ámbitos de la vida económica, social, cultural… plantea nuevos desafíos a las organizaciones, empresas e instituciones. El envejecimiento de las plantillas se lleva produciendo a lo largo de la última década, las primeras generaciones del baby boom ya han comenzado a jubilarse y lo harán de forma masiva en los próximos años, con lo que el riesgo de descapitalización de las empresas por la gestión de la pérdida de conocimiento y experiencia acumulada por estas personas, puede ser un problema real.

La gestión del conocimiento, es un concepto aplicado a la organizaciones y que tiene el fin de transferir el conocimiento generado en un lugar a otro, desarrollando las competencias necesarias para compartirlo y poder aplicarlo por las personas. Considero que no estamos abordando con rigor el reto que supone esta gestión, que es lo que aporta un valor diferencial a las organizaciones y es uno de sus principales activos hoy.

Pero claro, el conocimiento es un intangible que aún no estamos habituados a gestionar, ya que es una tarea que no forma parte del quehacer habitual de las organizaciones. La primera pregunta es: ¿cómo podríamos generar estrategias para conservar y potenciar los intangibles en las organizaciones en esta era del conocimiento?

Identificar en las personas más veteranas el conocimiento crítico, necesario en el futuro y que es difícil de reemplazar, es clave para anticipar el impacto generado en la empresa por la salida de esas personas. Para ello, creo que asegurar que la gestión del conocimiento y el aprendizaje intergeneracional son parte de la estrategia de la empresa, es vital a la hora de abordar los retos que plantea el envejecimiento de las plantillas. Porque no deberíamos olvidar que el conocimiento no es algo que pueda ser transferido de una persona a otra; el conocimiento es lo que uno mismo genera a partir de la información que recibe y del aprendizaje que adquiere a partir de la experiencia. Se trata por tanto, de generar contextos en los que las personas de diferentes generaciones compartan saberes y experiencias, para que aprendan unas de otras y generen valor, nuevo conocimiento e innovación a través de esta relación.

Tenemos que ser audaces y abordar los retos, no con las mismas soluciones de siempre, sino desde un punto de vista de innovación e integración. Chip Conley recientemente compartía su experiencia sobre su proceso de integración en Airbnb, empresa a la que se unió con 52 años y sin ninguna experiencia en el ámbito tecnológico, mientras doblaba la edad a la media de los empleados: ”Los baby boomers y ​millennials tienen mucho que ofrecer y hay mucho que pueden aprender los unos de los otros. Aquí entra el «viejo moderno», que sirve y aprende tanto como mentor como becario, el mismo que disfruta de ser alumno y sabio.” Como vemos, en las organizaciones conviven personas de generaciones diversas con culturas de trabajo muy diferentes. Por ejemplo, hoy en día los jóvenes hemos dejado de pensar en un único trabajo para siempre, cuando hasta hace poco la aspiración era encontrar un puesto fijo que durara toda la vida.

¿Cómo podríamos hacer que esta diversidad de culturas y maneras de entender el trabajo se puedan armonizar y que cada uno encuentre su sitio dentro de las estructuras de estas organizaciones?

Este proceso de integración pasa por enfrentarnos a la tarea de terminar con los estereotipos asociados a la edad. En nuestro imaginario la creatividad, el emprendimiento y la innovación se suelen asociar al joven, pero como ya se ha demostrado muchas veces, estas capacidades no son patrimonio exclusivo de la juventud. La realidad nos demuestra que muchos emprendedores inician sus proyectos cuando tienen una larga trayectoria profesional y conocen perfectamente su sector.
Ocurre lo mismo con la asunción de liderazgos y responsabilidades en equipos y proyectos; sigue siendo bastante habitual que este tipo de funciones se atribuyan a las personas con más edad. Pero ya está dejando de extrañarnos que entre los grandes líderes que están construyendo el futuro haya también personas jóvenes con grandes capacidades.

Por todo esto, considero que es vital que se realice un ejercicio y esfuerzo colectivo donde las diferentes generaciones establezcan procesos que permitan generar contextos y entornos de relación, donde se pueda llevar a cabo una reflexión sobre los escenarios y retos futuros a los que las organizaciones y la sociedad se enfrentarán. Una vez definidos, se deberían establecer líneas de acción y lanzar iniciativas para solucionar estos retos a través de equipos en los que se mezclan juventud y experiencia.

Tras esta reflexión, quiero terminar compartiendo un factor que para mí es clave en toda esta realidad: la curiosidad, pues es la curiosidad lo que nos mantiene jóvenes. Peter Drucker, gurú del management del siglo XX, que vivió hasta los 95 años, afirmaba que una de las razones por las que envejeció sano fue su eterna curiosidad, que hacía que siempre encontrara nuevos temas que le interesaban. Comparto totalmente lo que Drucker decía: espero que esta curiosidad y las ganas de aprender algo nuevo todos los días se mantengan el resto de mi vida.