Por Carlos Matilla

¿Quiénes somos?
Hay multitud de respuestas a esa pregunta: “somos lo que comemos” se suele decir, “somos lo que pensamos” se propone en la teoría PNL(Programación Neuro-Lingüística), etc. Pues bien, hoy me gustaría contribuir a estas respuestas con una que me lleva persiguiendo hace tiempo: Somos lo que medimos.
No verás que las personas que te rodean vayan con cinta métrica a todas partes, pero sin embargo todos medimos: El corredor forofo mide el tiempo y las distancias de sus carreras, el ejecutivo de cuentas mide los costes de su empresa, el perezoso mide las horas de descanso al día, etc. Medimos cuando algo nos es importante ya sea en nuestra vida privada o en nuestra vida profesional y podemos hacerlo de forma intuitiva o sistemática.

Cada uno tiene más o menos claro qué es importante en su vida y, por tanto, qué medir. Pero la pregunta es cómo medir ese aspecto, porque una vez empiezas a medir, tiendes a valorar solo aquello que estás midiendo. Un ejemplo de mi vida de estudiante universitario: Mi objetivo principal era sacar buenas notas. Para lograr ese desempeño, medía las horas de estudio dando por supuesto que cuantas más horas estudies, mejores notas sacas. Pues bien, siguiendo mi propia métrica de contar horas de estudio llegue a unos resultados muy positivos invirtiendo cada segundo disponible en estudiar y minimizando el tiempo de labores obligatorias (comer, dormir, etc.). Todo lo que no caía bajo la métrica de contar horas de estudio quedaba relegado a un segundo plano. Aspectos como equilibrio emocional o físico eran parámetros que yo sabía que estaban ahí, no les prestaba atención ya que estaba concentrado en lograr que mi métrica (las horas de estudio) fuera lo mayor posible porque suponía que de esta forma mis notas serían muy buenas. Pues bien, fallé miserablemente: no conseguí unos resultados buenos y lo peor es que los desequilibrios habían logrado que mi vida fuera difícilmente sostenible si continuaba por ese camino. Al siguiente cuatrimestre cambie la métrica por horas efectivas de estudio donde también se incluían los aspectos de equilibrio emocional y físico. El cambio a mejor fue evidente en una vida que era sostenible a largo plazo y que, por qué no decirlo, era mucho más interesante

Este es el problema fundamental: Puesta la métrica, mejoramos los aspectos que tengan que ver con ella y despreciamos el resto. Si escogemos bien la métrica que nos ayuda a lograr nuestro objetivo, genial. Si escogemos mal la métrica pero somos conscientes que nos hemos equivocado y cambiamos, bien. ¿Pero qué pasa cuando escogemos mal la métrica y no nos damos cuenta?
En el ejemplo de mis estudios universitarios, fui consciente de que elegí mal, pero otros amigos no lo fueron. Siguieron teniendo las horas de estudio como su única métrica de tal forma que cada vez que tenían un examen y sacaban resultados por debajo de lo esperado hacían más presión para lograr más horas de estudio, machacando otros parámetros ya citados como equilibrio emocional y físico que les llevaba a peores resultados. Es decir, círculo vicioso sin salida.

Otro ejemplo en mi opinión de esta mala elección de métricas es los horarios de trabajo en España siendo nuestro país uno de los que más horas trabaja de la UE y sin embargo, menos productividad tiene. Seguro que hay otros muchos factores, pero mi humilde creencia es que vivimos en una cultura en el que pensamos que hay una relación directa entre horas en el puesto de trabajo y productividad. Si bien es muy fácil de medir si una persona está en su puesto de trabajo X horas, la realidad es que hoy en día puedes estar 18 horas en tu puesto de trabajo con Facebook, Twitter, etc. bloqueados en el ordenador y viendo House of Cards en el móvil. Es decir, muchas horas y nula productividad. Es más, esta métrica es perniciosa en el sentido que no solo se centra únicamente en un parámetro que no es el más importante (horas de trabajo) si no que es inversamente proporcional con el trabajo real realizado.
Por eso medir bien es importante. Pero, más importante aún es saber cuándo no estás midiendo bien.