Por: Adela Conchado en colaboración con DOT

Y es que parece que esta propuesta está consiguiendo alinear los intereses de administraciones públicas, empresas y usuarios. Como si se tratase de una ola que va creciendo por momentos y parece ya imparable.

Por una parte, las administraciones públicas están viendo en este concepto una oportunidad para reducir riesgos asociados al abastecimiento de materias primas, minimizar residuos y su gestión, contribuir a mitigar el cambio climático y promover el desarrollo económico y el empleo. La Comisión Europea ha puesto ya en marcha un Plan de Acción para la Economía Circular, y está apostando por este concepto como una de las áreas centrales de interés en su programa de investigación e innovación. España está preparando su Estrategia de Economía Circular 2030, y muchas comunidades y municipios están elaborando sus propios planes.

Por otra parte, muchas empresas que venían operando con principios de sostenibilidad ven en este marco una forma de dar más sentido o amplitud a su propuesta, y otras muchas se están sumando a la ola de innovación que plantea, introduciendo diseños y modelos de negocio innovadores que proporcionan nuevas oportunidades de negocio al tiempo que contribuyen a mejorar la sostenibilidad. Y parece que hay buenos motivos para hacerlo. El WBCSD plantea ocho motivos o “business cases” para introducir la economía circular en las empresas:

Por su parte, los ciudadanos y usuarios están cada vez más receptivos a este concepto. En España, la fundación Cotec publicaba este vídeo para acercar el concepto a la ciudadanía. Y las tendencias de consumo parece que nos acercan a nuevas formas de relacionarnos con los productos más compatibles con la economía circular: crece el número de usuarios que optan por servicios de movilidad compartida en lugar de comprar un coche, que buscan productos de segunda mano a través de plataformas, o que valoran la durabilidad y facilidad de reparación de los productos que compran.

Pero, ¿en qué consiste exactamente la Economía Circular?

Bueno, exactamente nadie lo sabe todavía, es un concepto en construcción que además da cabida e integra muchas escuelas de pensamiento previas (cradle-to-cradle, biomímesis, ecología industrial, diseño regenerativo…).

Lo que está claro es que pretende ofrecer una alternativa a nuestro modelo de producción y consumo actual predominantemente lineal basado en extraer > producir > distribuir > consumir > desechar, en el que se generan residuos y emisiones en toda la cadena. La economía circular nos invita a rediseñar los productos y los sistemas en los que operan para que los materiales puedan aprovecharse al máximo, recirculando los productos, componentes o materiales dentro del sistema productivo a su máximo valor posible. En la práctica, esto supone potenciar que los productos (o sus componentes) se puedan compartir, reutilizar, reparar, actualizar, reconfigurar, reacondicionar, reconvertir, redistribuir, recuperar y (sólo si ya se han agotado todas las posibilidades anteriores) reciclar. Supone además alimentar el sistema con energía renovable, y buscar activamente la regeneración de los ecosistemas, permitiendo que los componentes biológicos se reintegren en la biosfera. De hecho, podría decirse que conseguir una economía “regenerativa por diseño” es la aspiración máxima de la economía circular.

Muchos intentos existen ya tratando de captar estos principios y las posibilidades de la economía circular en diagramas y modelos. El más clásico es seguramente el conocido como “modelo mariposa” que proponían desde la Fundación Ellen MacArthur, incidiendo en la separación de los ciclos técnicos y biológicos (muy en línea con el enfoque cradle-to-cradle). Otros modelos ponen más énfasis en los modelos de negocio o estrategias que pueden hacer posible la circularización de los recursos. En el siguiente diagrama tratamos de recoger desde una mirada propia las claves para avanzar hacia la economía circular:

Según esta interpretación, tenemos la biosfera y las personas como punto de partida y final de todo lo demás. De ahí conseguimos el flujo de recursos biológicos y minerales (recogidos en los modelos clásicos de economía circular), pero también (y esto no es habitual que esté explicitado), el flujo de energía y agua, y de ideas y conocimiento. A partir de estos flujos montamos nuestro modelo de consumo y producción, pasando por fases de extracción y abastecimiento de recursos, fabricación y ensamblaje, transporte y distribución, comercialización y consumo o uso. En la forma actual de nuestro sistema lineal de producción y consumo devolvemos a la biosfera (y a las personas que en ella habitamos, no nos olvidemos) residuos y emisiones contaminantes.

¿Cómo llevamos  la economía circular a la práctica?

¿Cómo podríamos minimizar esos residuos y emisiones, evitar la sobreexplotación de recursos finitos, e incluso ir más allá, contribuir a regenerar ecosistemas? Eso es precisamente lo que pretende alcanzar la economía circular. En la representación vemos algunas de sus propuestas para conseguirlo:

  • Optar por recursos renovables, como biomateriales y energía renovables, evitando la sobreexplotación de recursos finitos.
  • Compartir y redistribuir productos/componentes/materiales, tanto a nivel de usuario (vía plataformas colaborativas) como a nivel industrial (vía simbiosis industrial y mercados secundarios de materias primas).
  • Alargar la vida de productos/componentes/materiales, gracias al mantenimiento, actualización, reutilización, reparación, restauración, remanufactura, recuperación y (una vez agotadas todas las opciones) reciclado. Para mantener los materiales a su máximo valor posible es importante cerrar primero los círculos “más pequeños” (o próximos al usuario) antes de recurrir a los más amplios. También es importante repensar el reciclado, que en su forma habitual conlleva una pérdida de propiedades del material (downcycling) y apostar por formas de recuperar los materiales que aumenten su valor (upcycling).
  • Desarrollar logística inversa para maximizar lo anterior.
  • Repensar productos como servicios. Se trata de desarrollar nuevos modelos de negocio basados en ofrecer un servicio (movilidad, iluminación, vestimenta…) en lugar de en vender productos (coches, bombillas, pantalones…). El “consumidor” pasa a ser usuario del producto, y la empresa un proveedor de servicio, asumiendo las funciones de mantenimiento, reparación, o reposición del producto. De este modo, se alinea la durabilidad, eficiencia, y reparabilidad del producto con el interés económico de la empresa, al tiempo que los usuarios que valoran esta forma de acceso sin propiedad encuentran nuevas formas de cubrir sus necesidades.
  • Devolver componentes biológicos libres de tóxicos como nutrientes al terreno.

No podemos olvidar el papel crucial que juegan o pueden jugar tres elementos, recogidos también en el diagrama:

  • Diseño de productos y modelos de negocio, que den forma a la innovación necesaria para destapar las oportunidades de la economía circular.
  • Colaboración multistakeholder, para maximizar las oportunidades de recircularización de los recursos. De hecho, las grandes oportunidades de la economía circular pueden venir por esta vía.
  • Tecnologías digitales, como IoT o blockchain, podrían facilitar la trazabilidad de los recursos y viabilizar nuevos modelos de circularización.

Entonces, ¿nos subimos a la ola circular?

A muchos nos ocurre que cuando conocemos el marco de la economía circular nos preguntamos cómo es que no hemos construido nuestro sistema de producción-consumo de esta manera… Al fin y al cabo, es lo que tiene sentido para no cargarnos el planeta en el que vivimos, ¿no?  A mi modo de verlo, las empresas que operan bajo un paradigma lineal se apoyan en un sistema quebrado por su evidente insostenibilidad, y que muestra ya señales evidentes de desestabilizarse… De ahí que la economía circular esté llegando con fuerza, porque esos síntomas de desestabilización ya están abriendo ventanas de oportunidad que viabilizan nuevos modelos de negocio circulares, y porque las tendencias a medio plazo parece que nos llevarán necesariamente hacia ahí si queremos apostar por una prosperidad sostenible para la humanidad.

¿Empezamos entonces a repensar productos y servicios desde una mirada circular? Todos, líderes empresariales, líderes políticos, diseñadores, emprendedores, usuarios, podemos subirnos a esta ola y hacerla crecer. Tiene sentido. Merece la pena.