Por Daniel Diaz Toledano

Se conoce que alrededor del 3% de la población mundial es alérgica al veneno de los himenópteros, es decir, avispas y abejas. Esto no es nuevo, pues se han encontrado jeroglíficos que muestran cómo en el Antiguo Egipto ya hubo caso de muertes por picaduras de estos insectos. Por tanto, las abejas nos han acompañado desde el comienzo de nuestra historia, para bien o para mal.

Normalmente, las picaduras de las abejas producen molestias locales que no duran más de uno o dos días y que no dejan ningún tipo de secuelas. Pero en el caso de personas alérgicas, pueden provocar reacciones de gravedad y síntomas como dificultad respiratoria, náuseas, vómitos, diarrea, calambres, mareos, pérdida de conocimiento y reacciones anafilácticas graves que si no son tratadas a tiempo pueden llegar a ser mortales. De hecho, como resultado de las picaduras de abejas y avispas se registran en España en torno a 20 muertes al año.

Pero tranquilos, que no cunda el pánico. Un individuo sano que no sea alérgico puede soportar bien hasta 25 picaduras. Es a partir de alrededor de 50 cuando podríamos comenzar a sufrir un efecto tóxico más o menos grave y se calcula, que para que la dosis sea letal, un adulto debe sufrir más de 500 picaduras.

Con estos datos seguro que a más de uno le están entrando picores por todo el cuerpo y ha aumentado, más aún si cabe su temor y pánico por estos insectos. Otros incluso están pensando en que son insectos insignificantes e innecesarios y, los más extremistas estarán buscando un buen producto insecticida. Ahora bien, ¿Qué pasaría si las abejas desapareciesen? ¿somos conscientes realmente de las consecuencias que traería esto para el planeta y para el ser humano?

No todo en estos insectos es veneno, maldad y muerte. De hecho, son muy importantes dentro de los procesos ecológicos dado que desempeñan un papel fundamental dentro de los ecosistemas. Para empezar, han proporcionado al ser humano miel desde el inicio mismo de nuestra existencia, pero, además la producción de la alimentación y gran parte de la biodiversidad mundial depende de ellas.

Estos insectos emplean el polen y néctar de las flores para alimentarse y producir miel. Cada vez que una abeja recoge el néctar o polen de una flor y se desplaza a otra, realiza uno de los actos más importantes en la naturaleza, la polinización. Y entre la gran multitud de insectos que realizan este acto, la abeja melífera o Apis mellifera es, sin duda, la más eficaz.

Para ver la gran magnitud de este fenómeno hagamos unos sencillos cálculos. En una colonia de abejas viven de media unos 50.000 individuos y de ellos, aproximadamente dos tercios salen todos los días a recolectar polen y néctar. Cada una de estas abejas realiza entre 15 y 20 viajes al día y en cada uno de esos viajes visita entre 30 y 50 flores. Por tanto, solo una de estas abejas es capaz de visitar al día entre 450 y 1000 flores.

La agricultura es la principal actividad humana beneficiaria de este servicio gratuito ofrecido por las abejas. Su contribución económica es importantísima y, de hecho, las consecuencias para la agricultura y para la supervivencia del ser humano en sí serían terribles si estos insectos desaparecieran. Incluso Albert Einstein dijo: “la vida sin estos insectos sería un desastre global. Al hombre solo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres.”

La FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas) señala en un informe que hay 100 cultivos que proporcionan el 90% de los alimentos de todo el mundo y que de estos 100, 71 son polinizados directamente por las abejas. Solo en Europa el 84% de las 264 especies de cultivo existe gracias a la polinización de las abejas. La desaparición de las abejas provocaría una auténtica crisis alimentaria a nivel mundial ya que cerca del 85% de los cultivos comerciales depende de ellas y de la polinización.

Y el problema es… ¡que realmente están desapareciendo! Solo el sector apícola español denuncia en durante los últimos diez años el número de individuos de sus colmenas ha disminuido entre el 30 y 40%. Las causas de estas muertes son variables y complejas de abordar en su mayoría, pero el empleo de pesticidas, los parásitos que sufren, el cambio climático y la contaminación parecen ser los principales culpables. La buena noticia es que las administraciones están reaccionando ante el problema y tomando medidas. La UE, afortunadamente, ha prohibido el uso de algunos pesticidas cuyos efectos se han demostrado perjudiciales para las abejas.

Por tanto, la próxima vez que veas uno de estos insectos no te asustes y trates de matarlo a toda costa. Más bien, contémplalo como un aliado: un insecto que trabaja a tiempo completo para ayudarnos. Y sobre todo, si eres alérgico, recuerda: no puedes vivir con ellas, pero sin ellas tampoco.