El motor es capaz de propulsar satélites y vehículos espaciales, con una geometría y configuración de campo magnético que minimizarían las pérdidas en las paredes y su erosión, solucionando así los problemas de eficiencia, durabilidad y restricciones operativas de los motores que actualmente se encuentran en órbita.
Los motores de plasma existentes hoy en día consumen menos que los cohetes de combustión química, lo que permite realizar misiones más ligeras y, por tanto, más baratas. Sin embargo, presentan problemas de complejidad y durabilidad: para operar necesitan electrodos metálicos en contacto con el plasma, que con el tiempo se erosionan hasta que el dispositivo deja de funcionar. “Esto limita su eficiencia y su flexibilidad, ya que es complejo modificar su punto de operación sin afectar a los electrodos”, señala Mario Merino, investigador del Departamento de Bioingeniería e Ingeniería Aeroespacial de la UC3M.
Enhorabuena por este gran hito Mario!
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