Un evento pionero y experiencia inigualable

Por: José Miguel González Domínguez

No existe ninguna investigación científica que prospere si no se hace pública. Desde que existe el método científico, los que nos dedicamos a investigar tratamos de hacer difusión de los resultados obtenidos en el laboratorio mediante comunicaciones en congresos, por ejemplo, pero sobretodo acudiendo a revistas científicas y pasando por un proceso de criba editorial, revisión por pares y finalmente un proceso editorial hasta que finalmente el trabajo queda oficialmente publicado y puede ser consultado por el resto de la comunidad científica o por cualquiera que quiera acceder a él.

Para quien no esté familiarizado con esta dinámica, en mi modesta opinión, la podría comparar con lo que sería un concurso de cocina: uno da con una receta deliciosa, va a comprar los ingredientes, cocina y presenta el plato, gente anónima que también propone recetas a concurso lo prueba y lo evalúa (eso sería la revisión por pares), y finalmente, si pasas todas las etapas, tu plato lo “pone bonito” una oficina editorial y ya puede aparecer en los menús del progreso de la humanidad.

Muy bonito parece, pero en realidad es un proceso complicado, lento y a veces se torna en un infierno. Si a priori el mero trabajo científico de laboratorio parece el reto más complicado de la vida de un/a investigador/a, el verdadero cuello de botella para desarrollar una carrera científica es sin duda el proceso de publicación.
De entre los muchos escollos que presenta el método de revisión por pares, está el filtro editorial (los editores de revistas científicas suelen rechazar entre el 50 y el 80% de los manuscritos que les llegan, muchas veces por exceso de volumen, muchas otras veces casi porque si), la selección y trabajo de los revisores anónimos (que en ocasiones son de campos de trabajo idénticos, deben hacer el trabajo voluntaria y gratuitamente e incluso pueden tener conflictos de intereses) y por último el trabajo de edición y maquetación (que en ocasiones puede alterar el contenido gráfico del trabajo, dejándolo muy distinto a como el investigador quiere).

Si uno es un científico consagrado, la mayoría de estos filtros no son un problema, pero para los jóvenes investigadores que queremos hacernos un huequito pequeño en este mundillo es complicadísimo pasarlos, aunque nuestro manuscrito sea de la mayor calidad. Sin publicar no avanzamos en nuestra carrera de fondo que es la investigación, y si ya sufrimos demasiada precariedad, este aspecto tan crítico es algo que nos preocupa mucho. Nos guste más o menos, si no publicamos no podemos optar a becas ni contratos, con lo cual por desgracia se torna en una cuestión de supervivencia.

De ello se han percatado en Europa, donde existen buena parte de las revistas científicas dedicadas a la química más recurridas por los investigadores. Y han encontrado una buena manera de hacer visible la problemática y de encontrar soluciones. De ahí ha nacido esta experiencia pionera, el primer meeting europeo de jóvenes investigadores, convocado por la ChemPubSoc Europe y al que he tenido el honor de asistir, gracias a Celera y en especial a su fundador Javier García.

Esta entidad, de nombre casi impronunciable (ChemPubSoc Europe), es un consorcio de sociedades científicas europeas, entre las cuales se encuentran la española, francesa, italiana, alemana… y que llevan asociadas a su vez un conjunto de revistas científicas de temática química que sirven como foro de publicación de los resultados obtenidos por científicos pertenecientes a estas sociedades (o no).

En vista de las dificultades que los jóvenes investigadores tenemos que afrontar en los procesos de publicación, si queremos empezar a liderar nuestras propias investigaciones, la ChemPubSoc Europe hizo una selección de 18 científic@s investigadores (de entre 28 y 40 años) europe@s, que se encontrasen en un estadio intermedio de su carrera. Nos seleccionaron de casi todos los países posibles de Europa y yo tuve el honor adicional de ser el único representante de España.Durante dos días (8 y 9 de marzo 2018), fuimos invitados al bucólico pueblo de Weinheim (Alemania), donde está la sede de la editorial Wiley-VCH, editora de las revistas de la ChemPubSoc Europe. En estos dos días estuvimos inmersos en distintos talleres y reuniones creativas donde pudimos escuchar directamente a editores de revistas tan famosas como la Angewandte Chemie, y donde tuvimos voz para transmitir nuestras inquietudes y sugerencias para hacernos a los jóvenes más llevadero el proceso de publicación.

Conclusiones del evento:
  1. Ver trabajar en vivo y en directo a los responsables de las revistas científicas los humaniza más y hace que les veamos menos como un negocio y más como un servicio a la comunidad científica. Creo que todo investigador que tuviese la oportunidad de hacer una visita a la editorial de una revista debería hacerlo.
  2. Publicar en revistas que apoyen a (o provengan de) sociedades científicas es importante, ya que en la unión está la fuerza, y no habrá mejor gestor de la información científica que una entidad que se dedique a ella.
  3. Fuimos informados de cómo es mejor presentar un manuscrito científico, que cosas hay que decir y cuáles no en una cover letter (carta de presentación del manuscrito), y en general qué quiere una editorial, que normalmente no es información accesible.
  4. Aún queda un largo camino para que los jóvenes investigadores dejemos de ser torturados con el proceso de publicación de nuestros resultados, pero gracias a este encuentro pudimos ofrecerles nuestro punto de vista y proponerles soluciones que si se tienen en cuenta pueden facilitarnos mucho la vida. Por ello, eventos como éste son de tremenda importancia ya que generan información valiosa y recíproca entre investigadores y revistas.
  5. Por último, y no menos importante, está el aspecto de la comunidad. Gracias a este evento he podido conocer a 17 excelentes científicos de Europa, admirables, y con los cuales se ha generado un grupo unido que podría fructificar en grandes sinergias. Si eventos como este juntan a gente tan afín, no solo el proceso de publicación se ve beneficiado sino también la propia ciencia en sí.

Doy gracias a Celera y a ChemPubSoc Europe por estos dos excelentes días en los que aprendí mucho, donde pude dar mi opinión y proponer soluciones a un problema que me toca muy de cerca y donde he conocido gente extraordinaria.